Historia de un finquero secuestrado que no volvió
Publicado en el Colombiano el 2 de octubre de 2011
Hace una década secuestraron en su finca a Eduardo Alberto Sierra Uribe. Los captores, que se identificaron como guerrilleros de las Farc, pidieron dinero. Luego no hubo más llamadas, pero el drama sigue para su familia.
Las llamadas de los secuestradores exigiendo 200 millones de pesos para liberar a Eduardo se repetían una tras otra, con la crueldad de amenazas de asesinarlo y arrojar su cuerpo en una carretera si no pagaban. Pero cuando la familia, desesperada, pidió una prueba de supervivencia, la voz al otro lado del teléfono nunca se escuchó más.
Desde esa última comunicación han pasado ya casi 10 años y del finquero y padre de familia no hay señales de vida o de muerte. En todo ese tiempo no ha surgido ninguna información sobre qué sucedió con este hombre, que hasta su desaparición tenía 48 años de edad.
Para su familia queda un vacío y una incertidumbre dolorosa que se prolonga en el tiempo y que cambió para mal la vida de tres hijos, quienes atravesaron la niñez y la adolescencia sin el apoyo paterno para evitar problemas como la drogadicción de uno de ellos.
Eduardo Alberto Sierra Uribe era un apreciado finquero en Toledo, donde administraba la finca ganadera de la familia. "Una persona honesta, muy querido por la gente en Toledo... trabajar su finca, sus animales, era lo que más le gustaba", recuerda Gloria Fernández, su esposa, que no se resigna a darlo por desaparecido para siempre.
El horror del secuestro tocó a su casa en el año 2000, cuando su marido fue secuestrado por las Farc en Toledo. Cuentan sus familiares que Eduardo era un buen negociante y que logró convencer a la guerrilla de que lo liberaran para poder pagar la suma de dinero por cuotas mensuales. Durante casi un año tuvo que pagar por su libertad.
Un año después, el viernes 28 de septiembre, regresó de noche de su trabajo en los campos y cuando estaba listo para irse a dormir, tres hombres armados irrumpieron en la finca y preguntaron por él a un hombre y una mujer que lo acompañaban.
Gloria, su esposa, relata que "Eduardo salió y entonces lo obligaron a irse con ellos. Lo amarraron y se lo llevaron en calzoncillos porque no lo dejaron sacar nada más ni vestirse... fue la última vez que lo vieron".
Semanas después llamaron para exigir 200 millones de pesos por la liberación. Por instrucción de agentes del Gaula (grupos antisecuestro) Gloria les pidió a los captores una prueba de vida.
La respuesta del supuesto guerrillero fue cruel: "eso no es posible porque allá donde está no entran ni los moscos". La esposa los enfrentó: "entonces ya está muerto, les dije y me colgaron".
El 11 de enero de 2002 fue la última llamada para pedirle a la esposa angustiada que viajara con 20 millones de pesos a una zona apartada en Toledo. Pero ella, en un intento por saber de Eduardo, les dijo que le preguntaran donde estaban las llaves y papeles del carro. No hubo respuesta. Ni más llamadas.
Habitantes de la zona le contaron a la familia que para esa época los grupos paramilitares incursionaron en la región y por eso no descartan que tengan relación con la desaparición.
Desde entonces la familia tocó las puertas de autoridades, del Comité Internacional de la Cruz Roja y hasta buscó a la entonces senadora Piedad Córdoba. Ninguno consiguió ayudarlos en la búsqueda de Eduardo.
En estos 10 años el peso del secuestro y desaparición golpeó a la familia. Así lo siente gloria al contar que "mis hijos crecieron con odio y rabia. Una vez hicieron una marcha en el colegio para protestar por el secuestro del gobernador Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverri y el niño se enojó y peleó porque no hacían lo mismo con su padre. Luego cayó en la droga".
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